viernes, 19 de marzo de 2010

Santiago es otro mundo

Brujoz
Cada mañana al asomarme por mi ventana veo un tropel de personas caminando hacia sus trabajos, lo curioso es que caminan uno detrás del otro como si se tratara de estos caminos invisibles que trazan las hormigas.
Al salir, a la salida del Metro la gente se agolpa en otro fila intentando conseguir con fervor un ejemplar de los matutinos que regalan cada mañana.
En el vagón entran todos y van intentando quedarse parados en la puerta, mientras el siguiente los empuja para quedarse también en la puerta y así sucesivamente.
Cada uno hace la fila para pagar el pan. Cada uno evita mirarse y por sobre todo confrontarse.
Al que está atravesado en la puerta no le importa o tal vez ni se imagina que alguien más puede querer pasar. El todo es mantenerse lo más cercano posible a la huida.
La tierra se remece, con frecuencia. Pero muchas veces nadie llega ni a cruzar miradas, sólo se detienen como en una película de cámara lenta selectiva y siguen su rumbo cuando termina de temblar.
Nadie grita, nadie toca la bocina de su auto. El peatón pasa sin mirar a los lados.
Es extraño recibir respuesta a un "buen día", sólo te observan cuando te diriges a ellos.
Los colores fríos son la norma y hasta los tonos vivos parecen querer hacerlos ver opacos.
Cada quien reconoce a su grupo, no va más allá.
Santiago es como caminar por una película cuyo género no está escrito y aunque fuera una mala cinta no podrías dejar de verla y aunque fuera una buena cinta te saturarías.
No me mires.

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